Una vista, mil recuerdos...
Para muchos es un cerro cualquiera, sin embargo, para mí esta vista tiene un significado muy especial.
Hace casi 2 años, conocí a una persona increíble que dejó una huella muy grande en mí, una persona que influyó en mi carácter, en mis ganas de seguir superándome y nunca conformarme, una persona que sin imaginarlo se convertiría en una de las personas más importantes de mi vida y quien hasta ahora ha sido la fuente de inspiración más grande que he tenido.
Irme de ese horizonte en el que nos encontrábamos fue duro pero necesario. Doy gracias a la vida haberle conocido.
Recuerdo cada día que tenía que llegar a mi departamento y veía frente a mí un hermoso cerro verde, camino a él, en la vista de mi departamento y solía recordar en mis momentos de reflexión, cuando llegué a esa pequeña ciudad llamada Atlacomulco, pensar que yo estaba sola allí, tan lejos de casa y tú también, en medio de la soledad, lejos de tu familia, misma situación en diferentes contextos, con la esperanza de encontrarnos más allá de un ámbito laboral. Veo ese cerro y recuerdo la primera vez que llegué a Atlacomulco, la primera impresión al conocerte, las intensas platicas, riñas que podían terminar en risas, la forma en que me sentí cuando atravesaba momentos de ansiedad y tristeza, cuando hablaba contigo y sin así quererlo una que otra lágrima brotaba, pensar que nos separaban pocos metros, pocos momentos y aún así no coincidir físicamente pero saber que estabas ahí, sentir ansiedad por saber que estoy tan cerca y no poder consolarte si lo necesitabas, todos esos recuerdos me llegaban cuando volteaba a ver ese cerro. Pasa el tiempo, vuelvo a levantar la vista al cerro y recuerdo cada historia vivida, risas, llantos, logros, abrazos. Al final, tener el valor de decir adiós por mi parte, saber que esa podía ser una de las decisiones más estúpidas que pude tomar, pero que sería lo mejor para mí y para ti.
Hace casi 2 años, conocí a una persona increíble que dejó una huella muy grande en mí, una persona que influyó en mi carácter, en mis ganas de seguir superándome y nunca conformarme, una persona que sin imaginarlo se convertiría en una de las personas más importantes de mi vida y quien hasta ahora ha sido la fuente de inspiración más grande que he tenido.
Irme de ese horizonte en el que nos encontrábamos fue duro pero necesario. Doy gracias a la vida haberle conocido.
Recuerdo cada día que tenía que llegar a mi departamento y veía frente a mí un hermoso cerro verde, camino a él, en la vista de mi departamento y solía recordar en mis momentos de reflexión, cuando llegué a esa pequeña ciudad llamada Atlacomulco, pensar que yo estaba sola allí, tan lejos de casa y tú también, en medio de la soledad, lejos de tu familia, misma situación en diferentes contextos, con la esperanza de encontrarnos más allá de un ámbito laboral. Veo ese cerro y recuerdo la primera vez que llegué a Atlacomulco, la primera impresión al conocerte, las intensas platicas, riñas que podían terminar en risas, la forma en que me sentí cuando atravesaba momentos de ansiedad y tristeza, cuando hablaba contigo y sin así quererlo una que otra lágrima brotaba, pensar que nos separaban pocos metros, pocos momentos y aún así no coincidir físicamente pero saber que estabas ahí, sentir ansiedad por saber que estoy tan cerca y no poder consolarte si lo necesitabas, todos esos recuerdos me llegaban cuando volteaba a ver ese cerro. Pasa el tiempo, vuelvo a levantar la vista al cerro y recuerdo cada historia vivida, risas, llantos, logros, abrazos. Al final, tener el valor de decir adiós por mi parte, saber que esa podía ser una de las decisiones más estúpidas que pude tomar, pero que sería lo mejor para mí y para ti.
Un abrazo muy fuerte donde quiera que te encuentres, siempre pediré por ti, sé que serás imborrable y si algún día nos volvemos a encontrar, ten por seguro que con orgullo te mostraré todo aquello que me propuse alcanzar y que en aquellas pláticas te lo conté. Nos veremos en la cima...
By: Mayte Ruiz Bustamante
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